La cultura Virú o Gallinazo se estableció en los territorios ocupados por la cultura Salinar, la cultura Virú tambien llamada Gallinazo abarco desde fines del año 100 a.C. hasta el año 400 d.C. El sitio arqueológico más importante de la cultura Virú fue el complejo urbano de Gallinazo, desde el cual se controló todo ese valle. Lograron extender su territorio e influencia más allá de los límites establecidos por los Salinar, llegando hasta el valle de Huarmey (Ancash). El fin de la cultura Virú sobrevino con la invasión y conquista que sufrieron de los poderosos mochicas. La agricultura fue la base de la economía en la cultura Virú. En los valles de Chicama, Moche y Virú se ejecutaron obras para la irrigación de las tierras y así ampliar la actividad agrícola. Los principales cultivo fueron: maíz, frijoles, yuca, algodón, ají, lúcuma y otros frutos. Complementaron a la actividad agrícola con la actividad pesquera., por su cercanía al mar.
ARQUITECTURA DE LA CULTURA VIRÚ
Hay cuatro tipo de construcciones que podemos distinguir en la cultura Virú o Gallinazo.
CENTROS URBANOS CEREMONIALES
Este tipo de arquitectura constituyeron grandes pirámides destinadas a actividades ceremoniales y religiosas.
FORTALEZAS
Estas edificaciones de gran tamaño estaban ubicadas en sitios estratégicos que dominan los valles. Servían para vigilar y defender a las poblaciones asentadas en los valles.
CASAS
Tenían habitaciones y techos a dos aguas, por lo general, estaban bastantes alejadas unas de las otras. Se presume que allí vivían personajes importantes y funcionarios agrícolas.
ALDEAS
Estaba construidas con materiales de poca resistencia (caña, algarrobo).
CERÁMICA Y METALURGIA
La cerámica de la cultura Virú era decorada usando como fondo el color natural del objeto, al cual aplicaban un pigmento orgánico negro. Trabajaron principalmente diseños geométricos. Los habitantes cultura Virú trabajaron también el cobre, el oro y la plata, mediante la técnica del martillado.
CULTURA NAZCA
La cultura Nazca se desarrollo en el valle de río Grande en la provincia de Nazca (actual departamento de Ica). En su momento de mayor florecimiento se extendió desde Chincha, al norte, hasta el valle de Acarí por el sur, en la provincia de Caravelí (Arequipa). Esta cultura fue descubierta por Max Uhle en 1901. Cronológicamente, se ubica en el Periodo Intermedio Temprano, entre el año 10 a.C. hasta los años 700 d.C.
UBICACIÓN
Su asiento principal fue Kawachi, primera ciudad del Perú, en la provincia de Nazca, extendiéndose luego por los valles de río Grande, Ingenio, Ocucaje en el valle de Ica y Topará al norte de Chincha y el valle de Acarí por el sur. Nazca es un valle en medio del desierto. Allí fructificó una agricultura gracias a la construcción de numerosos canales y acueductos subterráneos que permitieron aprovechar racionalmente el agua subterráneo, los manantiales, puquios o el caudal de los ríos, en épocas crecientes. Algunas de las obras continúan siendo utilizadas por los agricultores actuales.
DESARROLLO TÉCNICO
TECNOLOGÍA AGRARIA
Los habitantes de la cultura Nazca fueron grandes agricultores. Irrigaron las desérticas tierras mediante canales superficiales y acueductos subterráneos. También las abonaban para hacerlas más fértil, a falta de campos agrícolas construyeron andenes en las faldas de los cerros. Sin embargo lo que más llama la atención en esta tecnología agrícola, es en ser los únicos en el Perú prehispánico y en el mundo en construir acueductos. Eran verdaderas vías subterráneas con ventilación, por donde circulaba el agua siguiendo distintas direcciones y pasando aún por debajo del lecho de los ríos. ¿Como fueron construidas estas maravillas del Perú Antiguo?. Según los expertos, se seguían los siguientes pasos:
Abrían respiraderos verticalmente, de trecho en trecho, a una distancia de 20, 30 ó 50 metros. Su profundidad variaba en 3 y 7 metros, tenían un diámetro de aproximadamente de 1 metro. Luego lo revestían con piedras o palos de huarango.
Cavaban horizontalmente los túneles o las galerías para conectar el primer respiradero con el segundo, luego el segundo con el tercero y así sucesivamente con todos los demás respiraderos.
Levantaban paredes laterales a base de cantos rodados, unidos entre sí, sin argamasa.
Las bases de las galerías las enmascaraban o empedraban. Igual ocurría con los techos.
Al final de la galería construían un reservorio o una cocha de forma circular, rectangular o cuadrangular. Sus paredes laterales tenían una sola compuerta. Allí almacenaban las aguas para la irrigación.
LAS LINEAS DE NAZCA
Al lado de los acueductos subterráneos, llaman también la atención las enigmáticas figuras geométricas existentes en las pampas de Nazca. Localizadas entre los kilometros 419 y 465 de la actual Carretera Panamericana Sur, se extienden en una zona de 350 kilómetros cuadrados. Son enormes figuras que pueden ser observadas desde un avión o desde las colinas cercanas; incluso desde un mirador construido expresamente para este fin. Fueron descubiertas por el arqueólogo Toribio Mejia Xesspe en 1927. Han sido estudiadas desde 1941 por el norteamericano Paul Kosok y sobre todo por la alemana Maria Reiche. Estos trabajos que llevan casi medio siglo tratan de desentrañar el significado de las lineas de Nazca. Para trazar estas lineas los antiguos pobladores de la Cultura Nazca se valieron de diversos instrumentos; el tupu el cual era una plancha de metal o madera colocada perpendicularmente a la Tierra para proyectar la sombre del Sol y de la Luna, el teodolito que era un tubo de madera o terracota del que pendían una plomada para trazar el rumbo de las líneas; y el cordel y el nivel de agua. Así representaron figuras de animales, seres humanos, plantas y motivos geométricos. ¿Que representan estas figuras?. No hay una respuesta cierta. Hay opiniones divididas al respecto. Para unos como Toribio Mejía son seques o caminos sagrados. Para Hans Horkheimer, los trazos en forman de plazoletas eran lugares destinados a reuniones sagradas, las rayas son líneas geológicas de los grupos allí concentrados y las figuras han tenido una finalidad coreográfica. Según Paul Kosok y María Reiche las líneas guardan relación con la astronomía. Esta última hipótesis es la más aceptada. Los habitantes de la Cultura Nazca fueron excelentes agricultores y tenían la necesidad de conocer el rumbo de los astros mediante lineas para determinar las estaciones del año. De esta manera se verían facilitadas las distintas tareas agrícolas, así como los periodos de descanso y fiesta por ejemplo:
El cóndor de 135 metros igualmente sería el mensajero de la proximidad de los temporales que han de humedecer la tierra.
El varec, especie de alga marina que se utilizaba como abono.
La tarántula de 33 metros es símbolo de la fecundidad agrícola.
Finalmente el huarango alude a su madera, utilizada para la construcción de los acueductos subterráneos.
En base a estos conocimientos, los antiguos nazquenses habrían elaborado un calendario que sería el más grande del mundo.
Las Lineas de Nazca intactas a través del tiempo
Las lineas de Nazca han permanecido casi intactas a través del tiempo, a pesar de tener un clima agreste, esto se debe a la capa del suelo rica en yeso y la formación de un colchón de aire caliente el cual protege a las lineas.
EXPRESIONES ARTÍSTICAS
LA ARQUITECTURA
La ciudad de Kawachi. Un aspecto importante en la cultura Nazca es la aparición de la ciudad. Ubicado a 49 kilómetros de Santiago de Nazca. Edificaron casas para viviendas y edificios públicos y también un gran templo de forma piramidal y plataformas. Estaba construido sobre un montículo natural de más de 20 metros sobre la superficie. Existen también plazas, calles y canales que hacen pensar en un verdadero centro urbano. Otra muestra de la gran arquitectura de la cultura nazca es el lugar denominado La Estaquería cerca a Kawachi. Era un centro religioso original, una plataforma cuadrada donde existen 240 postes altos de huarango que dan la idea de sostener un techo. A semejanza de Kawachi, otros centros de concentración humana fueron Tambo Viejo y La Tinguiña.
LA CERÁMICA
Sus trabajos se caracterizaban por su policromía, decoración y forma. La superficie de su cerámica fue pintada con todos los colores, excepto el verde y el azul. Los pigmentos utilizados eran minerales extraídos de los áridos desiertos de la región. Incluso lostintes eran exportados a otras regiones, como el Titicaca. La decoración en el principio fueron naturalistas, Después se hicieron “barrocos”. Dibujaban en la primera fase plantas y animales fácilmente identificables. En la fase más avanzada, posiblemente por causas externas, los personas eran más abstractos y míticos. Aquí aparecen las cabezas trofeos, como indicación de la existencia de una sociedad militar en proceso de expansión por la desertificación de la Costa Sur. La forma de las piezas más abundantes son acalabazadas o lenticulares. Poseen dos picos divergentes que se unen mediante una asa-puente. Hay también otras en forma de botellas, vasos tubulares y ollas con asas en la parte superior.
Durante el periodo clásico floreció en los bosques tropicales de Mesoamérica una de las culturas más asombrosas de la historia de la humanidad: la cultura maya. La sociedad de la cultura maya presenta rasgos peculiares que la hacen diferente de las otras sociedades mesoamericanas. Estos elementos distintivos son: el empleo de una escritura jeroglífica compuesta por más de 700 signos; el uso de la bóveda falsa en arquitectura; el desarrollo de una escultura monumental de carácter religioso que asocia la estela y el altar; y , un sistema para medir el tiempo que parte de una fecha concreta. Así definida, la subárea cultura maya comprende el territorio de los actuales Estados mexicanos de Yucatán, Campeche y Quintana Roo, parte de los de Tabasco y Chiapas, los Departamentos guatemaltecos de Petén e Izabal, el noroeste de Honduras, y Belice. En total unos 280.000 km cuadrados. El Mayab o País de los mayas se divide en tres zonas ecológicas: la península del Yucatán, la zona central del Petén y las Tierras Altas de Chiapas y Guatemala. De las tres, la más problemática para el progreso humano es la central, ya que la abundancia de lluvias, ríos y pantanos crea un denso bosque de tipo tropical. Paradójicamente, fue en este difícil hábitat donde la cultura maya alcanzaron su mayor esplendor.
Historia de la Cultura Maya
Desde el punto de vista temporal, la larga historia de la cultura maya se inicia en el Formativo y se extiende hasta la Conquista española. Abarca, por lo tanto, unos 2.600 años, separados en tres períodos: Formativo, entre el siglo X a. C. y el siglo III d. C.; Clásico (siglos III al X d. C.); y Posclásico, de la décima centuria a la Conquista.
Periodo Formativo
En la etapa formativa, pequeñas comunidades procedentes del altiplano guatemalteco se asentaron en el Petén, fundando pequeños poblados que recibieron pocos siglos antes de la Era Cristiana las influencias de Izapa, una cultura de origen olmeca situada en la costa pacífica de Guatemala. A partir del año 300 d. C. aparecen los grandes centros ceremoniales característicos de la cultura maya: Tikal, Uaxactún, Naraqjo, Nakún y Yaxhá. Un factor que, sin duda, contribuyó de manera decisiva al crecimiento de las ciudades de la cultura maya fue la presencia de una poderosa colonia teotihuacana en Kaminaljuyú, en los altos de Guatemala. La progresiva desaparición del poder de Teotihuacán en la región creó una grave crisis política que se prolongó del 534 al 593 d. C.
Periodo Clásico
La restauración de la paz social abrió una nueva fase histórica: el Clásico Tardío (600-900 d. C.), caracterizado por una explosión cultural impulsada por los gobernantes de las grandes ciudades-estado del período (Tikal, Palenque, Copán, Quiriguá, Yaxchilán, Bonampak o Piedras Negras). La historia de estas localidades se conoce a grandes rasgos gracias al desciframiento parcial de la escritura jeroglífica de la cultura maya. Así, por ejemplo, sabemos que 18 Jog, soberano de Copán, fue derrotado por Cauac Caan de Quiriguá, y que el personaje enterrado bajo el Templo de las Inscripciones de Palenque se llamaba Pacal. A lo largo de los siglos IX y X se produjo una gravísima crisis que finalizó con el hundimiento total de la cultura maya. Las razones de este colapso se desconocen, pero sus consecuencias no encierran misterio alguno: las ciudades, manifestación material del poder de los reyes-dioses, se abandonaron y la población volvió al sistema político igualitario de los primeros tiempos del Formativo.
Periodo Posclásico
El colapso afectó menos a los diminutos Estados de la península del Yucatán, una zona marginal durante el período Clásico que se convirtió en la heredera de la refinada cultura de las tierras centrales. La historia de los mayas yucatecos se extiende a lo largo del período Posclásico y puede dividirse en tres fases.
Primer periodo posclásico
La primera gira alrededor de Chichén Itzá, un antiguo asentamiento clásico que fue ocupado hacia el año 987 de nuestra Era por los itzá, un grupo étnico procedente de las costas tabasqueñas muy influido por la cultura militarista del Altiplano. Posteriormente, una nueva oleada invasora formada por gentes aún más toltequizadas, cuyo gobernante llevaba el título de Kukulcán (Serpiente Emplumada), pobló Mayapán, creando una urbe claramente tolteca en lo que se refiere a costumbres y creencias religiosas.
Segundo periodo posclásico
La segunda fase se inició cuando la dinastía cocom de Mayapán, ayudada por mercenarios procedentes del México Central, derrotó a los itzá al comenzar el siglo XIII, e instauró un sistema político despótico que duró hasta el 1441; fecha en que fue destruida por una liga de ciudades-estado capitaneada por Ah Xupán Xiú, señor de Uxmal.
Último periodo posclásico
La caída de Mayapán inició un periodo de conflictos civiles y guerras que enfrentó a una veintena de pequeñas ciudades-estado. Las discordias internas existentes entre los distintos estados dificultarían la conquista española hasta tal punto que Tayasal, el último reducto maya de Petén, no capituló sino en 1697, setenta años después de la llegada del capitán español Francisco de Montejo al Yucatán.
Organización social
La estratificación social de la cultura maya se basaba en el parentesco. Este hecho, sin embargo, no indica que los mayas formasen una sociedad igualitaria porque sus clanes se dividían en linajes (grupos de familias) inferiores y superiores, según estuviesen más o menos alejados del antepasado fundador. De forma que los descendientes directos del hijo primogénito del creador del clan ocupaban la posición social más elevada, los linajes procedentes de los primogénitos de sus hermanos, la escala inmediatamente inferior, y así sucesivamente. En términos socioeconómicos, el grado de relación con la línea directa del antepasado daba origen a auténticas castas cerradas que condicionaban totalmente la vida de una persona. La pertenencia a un determinado linaje obligaba al individuo no sólo a contraer matrimonio con una persona de su mismo linaje, impidiendo con ello cualquier tipo de movilidad social, sino que, además, le forzaba a vestir de una manera determinada, a ejercer la profesión del clan, y a vivir de acuerdo con una conducta prefijada de antemano.
La cultura de, a diferencia de lo que sucede en el resto de la América precolombina, sí puede hablarse de castas o clases sociales integradas exclusivamente por reyes-dioses, sacerdotes, guerreros, comerciantes, artesanos y campesinos. Los agricultores mantenían a los parientes nobles con sus cosechas, construían los templos y los palacios donde vivían, peleaban en las guerras y debían entregar de tiempo en tiempo ofrendas para los dioses. A cambio de ello, recibían una pequeña parcela de 4 ó 5 ha en usufructo, así como el derecho a levantar una pequeña choza en un lugar que, por supuesto, dependía de la posición social de la familia. Los esclavos se encontraban al margen del sistema de parentesco, pero de hecho estaban incluidos en él, pues los hijos de los pentacoob nacían esclavos. Las razones que conducían a la esclavitud no diferían mucho de las griegas o romanas: la guerra, la delincuencia o el nacimiento. El sistema, pensado para comunidades agrícolas autosufícientes, se modificó a medida que el crecimiento general creaba nuevas necesidades. Las castas secundarias, como la de los comerciantes o los guerreros, se desarrollaron con tanta rapidez que tal vez llegaron a poner en peligro el orden social tradicional. Al respecto resulta importante señalar que los mayas, en contra de la creencia popular, no fueron un pacífico pueblo de campesinos regidos por intelectuales, sino una sociedad tan guerrera como cualquier otra.
Organización político-administrativa
El gobierno de la comunidad de la cultura maya recaía, en el linaje principal, que monopolizaba las tareas administrativas y, sobre todo, las religiosas. Los descendientes del antepasado fundador eran verdaderos dioses vivientes que ostentaban el mando político, económico, judicial y militar de la comunidad; y como tales tenían derecho a ceder a sus hermanos y sobrinos los cargos políticos de mayor responsabilidad. El omnipotente poder del Halach Huinic (el hombre verdadero), también denominado Ahau (Señor) emanaba de su papel de intermediario entre sus parientes superiores, los dioses, y sus parientes inferiores, los hombres. El cargo, hereditario, pasaba de padres a hijos; pero si el Ahau moría sin descendencia masculina el título pasaba a las mujeres. Si tampoco dejaba hijas, el cargo era heredado por el hermano de mayor edad, lo cual conducía a una profunda remodelación de los diversos linajes del clan. El Halach Huinic controlaba la vida de la comunidad desde la capital del distrito ayudado por el resto del linaje gobernante, los bataboob, que se encargaban de administrar los centros secundarios subordinados, presidir los consejos comunales, supervisar la recogida de tributos e impartir justicia. En épocas de guerra, los bataboob debían ceder su autoridad al nacom, jefe militar supremo que gozaba de plenos poderes durante un período de tiempo no superior a los tres años.
Economía
En el plano económico, la cultura maya sacó el máximo rendimiento a sus tierras. La actividad agrícola, la principal rama de la producción, se organizaba de acuerdo con el principio de parentesco, lo cual implicaba que la tierra pertenecía al Ahau, encarnación del grupo, quien la distribuía en función de las necesidades de cada familia. Las cosechas quedaban en poder del campesino, si bien este debía entregar una parte al señor para contribuir al sostenimiento de la familia domínante y del aparato burocrático. La recompensa por esta cesión era doble, por un lado, el linaje gobernante aseguraba la existencia de los campesinos en épocas de crisis al suministrarles alimentos y ropas procedentes de los almacenes del Estado; por el otro, efectuaba los ritos necesarios para atraerse el favor de los dioses de la lluvia y la vegetación. La ausencia de excedentes de producción, unida a la división sexual del trabajo existente en la familia maya, impidió la aparición del comercio, salvo el que se daba entre las distintas ciudades-estado, y que consistía básicamente en bienes insuficientes, no producidos o de Iujo.
El comercio
El comercio, estaba controlado por el Hombre verdadero y era ejercido por la casta hereditaria de los comerciantes, quienes crearon una gigantesca red mercantil. A través de ella se importaban mercancías de lujo procedentes de Teotihuacán y otros lugares de Mesoamérica (jade, sal, plumas de quetzal, etc.) y se exportaban piezas artesanales y productos locales (cacao, algodón, hule, etc.). Un factor que favoreció el crecimiento del comercio fue el complejo sistema hidrológico de las tierras centrales que proporcionaba a los mercaderes mayas vías de comunicación rápidas y cómodas. El progresivo incremento de la actividad mercantil impulsó la aparición de un rudimentario sistema monetario centrado en el cacao, las cuentas de jade y, más tarde, en las hachuelas de cobre, procedentes, según se sabe, del territorio ecuatoriano.
Trabajo como tributo
El otro pilar de la economía maya lo constituía el tributo en trabajo personal gratuito que encauzado convenientemente y justificado con razones religiosas, proporcionaba la mano de obra necesaria para erigir los grandes edificios públicos.
Religión
La religión maya fue sobre todo y ante todo un instrumento político, un arma que permitió a las castas superiores dominar a una sociedad de campesinos autosuficientes que no necesitaban ningún tipo de autoridad suprema para sobrevivir, como se demostró tras el colapso político que puso fin a la etapa clásica. La estructura social se justificaba gracias a un complejo pensamiento teológico que se basaba en una idea central: la existencia de un orden universal, inmutable e incambiable, que nada ni nadie podía modificar. Por eso, la postura más razonable era la de aceptar la autoridad absoluta del Halach Huinic, dado que su doble naturaleza —humana y divina a un tiempo— le convertía en el único ser viviente capaz de asegurar no sólo la existencia de los linajes plebeyos, sino incluso su bienestar material. Los dioses poseían un poder limitado que les permitía influir de manera momentánea en la marcha del Universo, si bien esta influencia carecía de la fuerza necesaria para modificar un orden cósmico que estaba por encima de ellos. El dios era bondadoso si su conducta beneficiaba a los hombres y perverso si les perjudicaba. De ahí que las divinidades mayas se caracterizasen por su dualidad, de manera que en función de las circunstancias podían ser buenas o malas, jóvenes o viejas, y masculinas o femeninas. La principal deidad del panteón maya era Itzam Ná, el dios creador y conservador de la especie humana. Cuando se manifestaba como deidad de la vegetación y de la fertilidad recibía la denominación de Bolom Dz’acab. Su esposa, Ix Chebbel Yax, regía la vida de las tejedoras y se representaba en los códices como una anciana pintada dé rojo. Chac, señor de las lluvias, estaba vinculado a las aguas. En cambio, Ki-nich Ahau, el Sol, y Ah Mun, el joven dios del maíz, se relacionaban con la agricultura.
Ix Chel, por su parte, presidía las prácticas relacionadas con el sexo, la procreación y el parto. Junto a ellos había una pluralidad de dioses del tiempo, las diversas profesiones y el espacio, tales como Ah Puch, príncipe de los muertos; Tox, deidad de la guerra; Ek Chuac, protector de los mercaderes; o Kan Uay Tun, divinidad encargada de regular el orden de sucesión de los poderes políticos. Asimismo se divinizaba a los Ahan cuando fallecían. El ceremonial no se limitaba a la adoración de los dioses, sino que abarcaba todas las actividades que directa o indirectamente contribuían a mantener el orden social: construcción de monumentos, ritos funerarios en honor de los gobernantes fallecidos, distribución de bienes, actos políticos (entronización del Halack Huinic, bodas y nacimientos reales), etc. Los rituales, que incluían sacrificios de hombres, autosacrificios, ofrendas y otras prácticas, eran presididos por el Ahau, sumo sacerdote, y dirigidos por el ah kin o sacerdote. La casta sacerdotal incluía especialistas de varias clases, como el ahau can (Señor Serpiente), astrólogo, adivino y profeta; el ah nacom, encargado de los sacrificios humanos; el ah chilam, adivino; y el Ah Men, curandero.
Ciencias y artes
Se ha dicho de los mayas que fueron los griegos del Nuevo Mundo. Lo cual es del todo cierto, porque pocos pueblos desarrollaron una cultura tan abstracta e intelectual como los habitantes de las selvas del Petén.
Aritmética
La numeración, consecuencia directa de la necesidad de contabilizar las observaciones astronómicas que regulaban el ciclo agrícola, era vigesimal e incluía el concepto de cero, ideado muchos siglos antes que apareciera en la numeración arábiga. Para representar los números utilizaban una combinación de puntos ( . igual a 1) y barras ( — igual a 5). En matemáticas dominaron la división de fracciones y los logaritmos. Sobre esta base, los sacerdotes mayas elaboraron un complejo sistema para medir el tiempo que regía el destino de los hombres e incluso afectaba a los dioses.
Calendario
Los mayas poseían dos calendarios: el tzolkin o ritual y el haab o solar. El primero constaba de 260 días divididos en 13 meses de 20 días, y se utilizaba para predecir el futuro de las personas. El segundo tenía 18 meses o tunes de 20 días, lo cual daba un período de 360 días, más cinco días aciagos. Combinando ambos calendarios se obtenía un ciclo de 52 años llamado por los mayas cuenta corta. Además de este sistema, idéntico al empleado por los aztecas, los mayas desarrollaron otro de mayor complejidad, denominado Serie inicial o cuenta larga, que permitía contar el tiempo transcurrido desde la creación del mundo que, según ellos, tuvo lugar en el año 320 a. C. Para ello, contabilizaban los días mediante unas unidades temporales y según su sistema de numeración.
Escritura
El tercer gran logro de los mayas fue la escritura, compuesta por más de 700 signos que aparece en piedra, en códices (tiras de fibra de maguey plegadas en forma de biombo) y en la superficie de algunos vasos cerámicos. Esta grafía, aún no descifrada del todo, es en parte fonética y en parte ideográfica. En el terreno de las artes, los mayas aportaron un genial concepto a la arquitectura: la bóveda falsa, construida por aproximación de enormes losas inclinadas. También destacaron en la escultura, como ponen de manifiesto las hermosas estelas de Piedras Negras y Tikal, y en la pintura, aunque, desgraciadamente, sólo se conservan vestigios que asombran por la sobriedad de la línea y la seguridad del trazo.
En el período Formativo (2500 a. C.-comienzos de la Era Cristiana) nace la primera gran civilización americana: la cultura olmeca (1.500-100 a. C.). La cultura olmecas (hombres del País del Hule) ocuparon una zona de unos 18.000 km2 situada en los actuales Estados mexicanos de Tabasco y Veracruz. El país, cálido, húmedo, pantanoso y lleno de bosques, ofrece pocas condiciones para el desarrollo humano. Por eso, la aparición de la élite dirigente estuvo, sin duda, relacionada con el control ejercido por ciertas familias sobre las tierras más fértiles. La cultura olmeca alcanzó su mayor apogeo entre el 1.200 y el 400 a. C. De esta época datan los importantes centros político-religiosos de San Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes. Se trata de pequeños conjuntos urbanos levantados sobre enormes terrazas de arcilla que servían al mismo tiempo como lugar de residencia del grupo dominante y como centro de peregrinación religiosa.
Organización Social
El considerable esfuerzo humano y organizativo requerido por los grandes monumentos exigía una estructura social muy centralizada. Según los testimonios arqueológicos, la cultura olmeca se dividían en dos grupos: el superior, formado por uno o varios linajes (conjunto de familias emparentadas), que monopolizaba el poder político y religioso; y el inferior, que incluía a la mayor parte de la población. El primero, encarnación de la comunidad e intermediario de las relaciones entre los hombres y los dioses, controlaba también la vida económica, pues se apoderaba de los excedentes agrarios, dominaba la actividad artesanal, forzaba a los plebeyos a trabajar en las obras públicas y distribuía a su gusto los productos obtenidos gracias al comercio.
La Religión en la Cultura Olmeca
Las creencias religiosas de la cultura olmeca, pilar del poder despótico ejercido por sus gobernantes, se basaba en el culto al jaguar, credo que acaso exigiese la realización de sacrificios humanos. Asimismo, hay evidencias que indican la presencia de otros dioses relacionados con el agua, la vegetación y la muerte; deidades que se extenderán posteriormente al resto de Mesoamérica.
Manifestaciónes Culturales
La principal manifestación artística es la escultura en piedra, perfectamente representada en las llamadas cabezas colosales, gigantescas tallas de hasta 11 toneladas de peso que reproducen de manera realista los retratos de los gobernantes. A partir de la segunda mitad del Formativo, la necesidad de obtener jade y otras materias de lujo impulsó a los olmecas a asentarse en el Altiplano Central, costa pacífica de Guatemala y Oaxaca, territorios donde ejercieron una fuerte influencia. Tan sólo el Occidente de México (Michoacán, Colima, Jalisco, Nayarit y Guanajuato) desarrolló una cultura propia. La cultura olmeca merece el calificativo de cultura madre porque las sociedades posteriores -la maya incluida— se limitaron a profundizar en las ideas políticas, económicas y religiosas creadas por el «pueblo del hule».
Fin de la Cultura Olmeca
La decadencia de la cultura olmeca, que se prolongó hasta el 31 a. C., abre un nuevo período histórico: el Clásico (1-1.000 d. C.), cuyos rasgos característicos serán:
El desarrollo paralelo y a veces relacionado de las distintas culturas regionales. Entre ellas destacan tres: la maya, la teotihuacana y la zapoteca.
El nacimiento de las clases sociales, de la religión oficial y de las ciudades, o sea, del Estado.
En 1519, año de la llegada de los españoles a México Central, una gran parte de Mesoamérica estaba bajo el control de la cultura azteca, quienes habían forjado en poco más de un siglo un poderoso imperio que se extendía de la frontera septentrional del área al istmo de Tehuantepec, y del Atlántico al Pacífico.El corazón de este vasto territorio era Tenochtitlán, una ciudad densamente poblada del Valle de México, al sur del Altiplano Central. La urbe, compuesta por dos ciudades gemelas (Tcnochtitlán y Tlatelolco), contaba entre 150.000 y 300.000 habitantes, concentrados en dos pequeñas islas que habían crecido gracias al empleo de islotes artificiales. El centro de la ciudad estaba ocupado por el recinto sagrado, un conjunto de 78 edificios religiosos presididos por el Templo Mayor. A su alrededor, ordenados en círculos concéntricos se alzaban los dos palacios reales, las residencias de los nobles y las casas de los plebeyos. El mercado estaba en Tlatelolco y era visitado diariamente por más de 60.000 personas. La Cuenca de México está rodeada por una cordillera en forma de anfiteatro con alturas superiores a los 5.000 m (Popocatepetl e Iztacíhuatl); su altitud es de unos 2.300 metros sobre el nivel del mar; y goza de un agradable clima subtropical de altura. En la época prehispánica la zona central estaba ocupada por cinco grandes lagos comunicados entre sí: Xaltocan y Zumpango al norte. Tetzcoco en el centro, y Xochimilco y Chaco al sur. Todos tenían el agua dulce, salvo la laguna de Tetzcoco.
Historia
Tras la caída del imperio tolteca a fines del siglo XII, el Valle de México fue invadido por sucesivas oleadas de pueblos bárbaros procedentes del norte que fundaron diversas ciudades-estado, como Xaltocan, Tetzcoco, Azcapotzalco o Coatlinchan. La última invasión la efectuaron la cultura azteca, un grupo de lengua náhuatl originario de Aztlan, un lugar semimítico situado en el Occidente de México. Los mexicas —nombre que se daban la cultura azteca a sí mismos— se asentaron primero en la colina de Chapultépec y luego, tras ser expulsados de allí, en Culhuacán, de donde también debieron huir. Finalmente se establecieron de manera definitiva en un islote arenoso del lago de Tetzcoco. Los comienzos de la ciudad de Tenochtitlán, fundada en 1345, estuvieron llenos de problemas y dificultades. Por un lado, una parte de la población, descontenta con el terreno que se le había asignado, abandonó la pequeña aldea para fundar una nueva ciudad (Tlatelolco) en una isla cercana. Por el otro, la falta de materiales para la construcción y la ausencia de tierras cultivables obligó a los gobernantes mexicas a aceptar la autoridad de Azcapotzalco, una de las principales ciudades-estado de la región. Durante largo tiempo, los aztecas tuvieron que participar en las guerras imperialistas de Azcapotzalco, lo cual les proporcionó una gran experiencia militar que les sería de gran utilidad en el futuro. La muerte del rey azeapotzalca en 1426 abrió una crisis dinástica que aprovechó la cultura azteca para independizarse. Su jefe Itzcoatl (1426-1440) se alió con el señorío de Tetzcoco, el principal rival de Azcapotzalco, y logró vencer a sus antiguos señores. La desaparición del poder azcapotzalea abrió un nuevo período en la historia de Mesoamérica porque los vencedores decidieron mantener la unión e integrar en ella a los vencidos. Nació así la Triple Alianza, una confederación que se caracterizó por su marcado talante imperialista.
Así, Motecuhzoma I Ilhuicamina (1440-1468), el sucesor de Itzcoatl, dominó el sur del Valle de México y conquistó extensos territorios en Oaxaca y la costa del Golfo. La misma política siguió Axayacatl (1468-1481), quien unió al naciente imperio una parte del Valle de Toluca y la zona de Cacaxtla. Fracasó, en cambio, al intentar anexionarse el territorio tarasco, aunque compensó esta derrota con un sonado éxito de gran valor simbólico: la ocupación de la ciudad hermana de Tlatelolco. El proceso expansionista sufrió una breve pausa durante el reinado de Tízoc (1481-1486), un misterioso gobernante que, según cuentan las crónicas, murió envenenado. Pero se reanudó con gran fuerza al ocupar el icpalli o trono Ahuitzotl (1486-1502). Este monarca extendió de forma considerable la frontera de la cultura azteca, pues se apoderó de Xoconochco, Tehuantepec, Veracruz y otras áreas de gran riqueza. Ahuitzotl fue también un magnífico hombre de Estado y un gran urbanista que amplió el Templo Mayor de Tenochtitlán, el principal monumento de la ciudad. A su muerte le sucedió Motecuhzoma IIXocoyotzin (1502-1520), un sagaz político que inició una serie de profundas reformas encaminadas a consolidar el imperio. Así, obligó a los nobles a desempeñar cargos públicos e impuso la supremacía de Tenochtitlán en la Triple Alianza al sustituir a los gobernantes legítimos por parientes suyos. Las reformas también afectaron a la política imperial, puesto que Motecuhzoma frenó la expansión militar y se concentró en la tarea de someter a los territorios independientes que habían resistido los ataques de sus predecesores. No lo consiguió, y ello sería la principal razón del fin del imperio, porque los españoles nunca habrían logrado vencer a los mexicas sin la ayuda de Tlaxcallan, uno de los Estados libres del México Central.
Organización social de la Cultura Azteca
La sociedad de la cultura azteca experimentó profundas modificaciones a lo largo de su corta historia al transformarse poco a poco el igualitarismo de los primeros tiempos, consecuencia de la orientación militar y los grupos de parentesco, en la estructura social descrita por los soldados españoles. En principio, pueden diferenciarse dos grandes clases sociales: la noble y la plebeya. Teóricamente, los miembros del grupo inferior podían ascender al superior y viceversa, pero en la práctica la movilidad social era inexistente.
La Nobleza
El sector dominante estaba formado por capas sociales de diversa procedencia encabezadas por el linaje real descendiente del primer tlatoani (Orador) o rey mexica.
Le seguían en poder y prestigio los tetecuhtin (Señores), nobles de alto rango que se habían hecho merecedores del título por los valiosos servicios que prestaron al Estado. Los Señores poseían enormes extensiones de tierras en los lugares conquistados que se cultivaban mediante siervos y ocupaban los cargos más elevados del gobierno de la nación. El rango no era hereditario, si bien los hijos de los tetecuhtin podían sucederá su padre cuando demostraban poseer los requisitos necesarios. El tercer bloque estaba formado por los pipillin (literalmente Hijos), quienes, como su nombre indica, estaban emparentados con los monarcas y los tetecuhtin. Constituían la gran masa de la nobleza y sin ellos el imperio no hubiera podido funcionar, dado que todos los puestos intermedios de la administración, la magistratura, el ejército y el sacerdocio eran ejercidos por pipiltin. Estos nobles tenían derecho a poseer una o más parcelas del latifundio familiar. Los cuauhpipiltin (Hijos del águila) constituían el último escalón de la clase noble. Se trataba de guerreros o mercaderes procedentes de la clase plebeya que habían logrado franquear la barrera social gracias a sus dotes militares o a su habilidad comercial. Estos méritos les daban derecho a disponer de la producción de un pequeño lote de tierras que se les entregaba para su sustento, a contraer más de un matrimonio, y a quedar exentos de la obligación de tributar en especie o en trabajo al tlatoani. Los cuauhpipiltin, sin embargo, no eran bien vistos por los aristócratas de sangre, que les prohibían lucir determinados adornos reservados a la nobleza, recordándoles así lo bajo de su cuna.
Los Plebeyos
La clase dominada carecía de la homogeneidad que caracterizaba al estamento plebeyo de otras sociedades precolombinas. Había tantas diferencias económicas e incluso jurídicas que conviene diferenciar al menos tres estratos: superior, medio e inferior.
Estrato Superior
El primero lo integraban los pochteca, comerciantes dedicados a la exportación e importación de los productos de lujo consumidos por la élite dirigente. El carácter semioficial de su profesión, que les llevaba a veces a actuar como espías, les proporcionaba grandes riquezas y la gratitud del Estado. Los pochteca tenían derecho a tribunales, fiestas y emblemas particulares; pero no estaban libres de entregar fuertes tributos, lo cual señalaba su pertenencia a la clase plebeya. Algunos artesanos especializados en la elaboración de los artículos de lujo gozaban de una posición similar.
Estato Medio
Por el contrario, la inmensa mayoría de los macehualtin (Merecidos) se situaba en el escalón intermedio. Su profesión dependía del lugar donde residiesen: los que vivían en las áreas rurales o en los suburbios de Tenochtitlán se dedicaban a la agricultura; los de las ciudades al comercio al por menor, a las artesanías o a los servicios (médicos, parteras, barberos, etc.). Los macehualtin tenían rigurosamente prohibido poseer tierras en propiedad. Además, debían pagar impuestos, cumplir el servicio militar y trabajar gratis en las construcciones públicas. Los plebeyos se organizaban en calpultin (singular calpulli) o barrios. El calpulli fue originariamente un grupo de familias emparentadas entre sí que cultivaban la tierra de manera comunal y estaban subordinadas a un jefe, el calpuUec. Esta institución, típica de las sociedades agrícolas preaztecas, se convirtió en Tenochtitlán en una simple demarcación territorial con funciones económicas, administrativas, militares y educativas.
Estrato Inferior
Los mayeque (braceros) y los tlatlacotin o esclavos constituían los estratos inferiores de la sociedad de la cultura azteca. Los primeros cultivaban las tierras de los nobles y estaban adscritos a ellas. Al igual que sucedía en la Europa medieval, los mayeque formaban parte del latifundio y se heredaban o compraban junto con el resto de la propiedad. La categoría de siervo pasaba de padres a hijos e incluía, entre otras muchas cargas, la obligación de servir en el ejército, de hacer las tareas domésticas de la casa del Señor, y de entregarle una parte de la propia cosecha. Los tlatlacotin, denominados impropiamente esclavos por los cronistas españoles, gozaban de una posición jurídica que les hacía más semejantes a los siervos del Medievo que a los esclavos de la antigüedad clásica. Así, podían contraer matrimonio con personas libres, sus hijos no heredaban la condición de esclavo y tenían derecho a poseer propiedades (esclavos incluidos). Las causas que conducían a la esclavitud eran dos: la pobreza, que impulsaba a algunas personas a venderse a sí mismas, y la condena por robo u otro delito.
Las diferencias entre pipiltin y macehualtin no se limitaban a los campos de la economía y la política, sino que comprendían también otras facetas de la vida humana, como el matrimonio (los nobles eran polígamos y los plebeyos monógamos) o la educación. Los aztecas fueron el único pueblo de América prehispánica que establecieron la educación obligatoria y gratuita para todos los varones. Sin embargo, su sistema educativo reflejaba la estratificación social, pues los hijos de la nobleza iban al calmecac, un internado donde se impartía una refinada educación, y los del pueblo a los telpochcaltin, escuelas de barrio que daban una formación puramente militar.
Organización político-administrativa
La mayor autoridad de Tenochtitlán era el Huey tlatoani (Gran orador), quien acumulaba en su persona el poder ejecutivo, legislativo y judicial. También tenía las máximas competencias en el campo religioso, si bien, a diferencia del Inca del Imperio Incaico, sus súbditos no le atribuían carácter divino. El cargo pertenecía a una familia, aunque no pasaba de padre a hijo, sino de hermano a hermano. Cuando fallecía el último hermano vivo, le sucedía uno de los hijos del hermano que reinó en primer lugar.
El Huey tlatoani contaba con la ayuda del cihuacóatl (Serpiente hembra), un virrey o visir que ejercía la regencia en caso de ausencia o muerte del monarca. El rango de cihuacóati se heredaba y entre sus funciones estaba la de presidir el tribunal más alto o de última instancia, así como la supervisión de los distintos consejos: el militar, el judicial y el económico. Este último consejo, situado en una sala del palacio imperial llamada petlacalco (Casa del cofre), dependía directamente del virrey y se encargaba de todo lo relacionado con la movilización de la mano de obra, los tributos y las obras pú-blicas. Los responsables de las distintas comisiones formaban el Consejo Supremo, organismo que. junto con otros altos dignatarios, constituía el cuerpo electoral encargado de seleccionar al nuevo tlatoani entre los distintos candidatos.
El imperio se organizó de una forma más simple que el de los incas, ya que, por regla general, los mexicas y sus confederados respetaron la autonomía de los Estados sometídos siempre y cuando se declarasen vasallos suyos, entregasen un fuerte tributo anual y participasen en las guerras del imperio. El gobierno directo sólo se imponía cuando los vencidos se rebelaban. En ese caso, se sustituía al tlatoani local por un gobernador militar de la cultura azteca. Para vigilar la recogida de tributos de las 38 provincias dominadas, que dependía de los gobernantes de la zona, se creó una red de calpixque o recaudadores de tributos, que podían pedir ayuda a las guarniciones militares diseminadas a lo largo y ancho del imperio en caso de peligro.
Economía
El tributo, la agricultura y el binomio artesanía/comercio constituían los tres pilares de la economía de la cultura azteca. Cada uno era indispensable para los otros y su desarrollo dependía directamente de la guerra.
La agricultura
La agricultura de la cultura azteca estaba perfectamente adaptada al medio ambiente. En las zonas secas se construyeron centenares de canales de riego para aprovechar las aguas de los lagos y ríos; y en las lagunas, donde no se podía cultivar, se crearon infinidad de chinampas, islotes artificiales de cieno apuntalados en sus esquinas con sauces acuáticos que daban dos cosechas anuales. Las chinampas, al igual que las restantes tierras, se dividían en tres grupos según su poseedor: comunales, estatales y privadas. Las primeras pertenecían al calpulli y se entregaban en usufructo a los miembros del barrio para su cultivo individual. Las segundas eran propiedad del Estado, quien las explotaba directamente o mediante arriendo para sufragar los gastos del palacio, la justicia o el ejército. Las terceras estaban en manos de los nobles y podían venderse junto con sus mayeque siempre y cuando el comprador fuese miembro de la nobleza. La posesión de la tierra permitía a los pipiltin dedicarse íntegramente a la guerra, gracias a la cual se obtenían enormes cantidades de objetos exóticos, materias primas o productos de primera necesidad. La mayor parte del tributo de los pueblos sometidos se empleaba en el mantenimiento de la corte, del ejército, de las fiestas religiosas, de los obreros y del pueblo en época de malas cosechas; el resto se entregaba a los artesanos para su transformación en productos de lujo, que a su vez se exportaban a otras áreas de Mesoamérica.
Comercio
Esta economía, de marcado corte imperial, exigía un activo comercio, cuyas rutas cubrían desde las costas del Pacífico hasta las del Golfo de México. Por eso los pochteca gozaban, como hemos visto, de un fuerte prestigio social. La actividad de los mercaderes no se limitaba al territorio controlado por la cultura aztecas. La demanda de cacao, plumas de quetzal y otras materias tropicales llevaba a los pochteca a los lejanos mercados de Xicalanco, en el Golfo de México, y Xoconochco, en la costa pacífica, importantes centros comerciales donde se intercambiaban las producciones del Altiplano y del área maya. Algunos bienes suntuarios se distribuían paralelamente a través de la red de mercados locales o regionales. En los tianguiz, que se celebraban cada cinco o veinte días, se vendían todo tipo de mercancías y se ofrecían los servicios de muchas profesiones. Una corte de 12 jueces, presididos por un representante de los pochteca, y un ejército de funcionarios se encargaban de impedir los fraudes o de resolver los litigios. Las compras se hacían a base de trueque o, lo más frecuente, con moneda. El sistema monetario mexica se diferenciaba bastante del occidental, pues los valores de cambio más frecuentes eran las semillas de cacao y las mantas, cuyo valor dependía de su tamaño y calidad. Al respecto interesa señalar que las mantas suponían una elevada porción de los tributos recogidos.
Religión
El militarismo de la sociedad de la cultura azteca se reflejaba con gran claridad en la esfera religiosa. Los mitos de creación, por ejemplo, sacralizaban la guerra al sostener que la única forma de evitar la destrucción de la humanidad, como había sucedido a las cuatro anteriores, consistía en alimentar al Sol con la sangre de los enemigos prisioneros de guerra para fortalecerle y evitar así su muerte. Sin embargo, las creencias guerreras de los pipiltin mexicas no eran compartidas por la inmensa mayoría de los campesinos del México Central, sostén económico de Tenochtitlán, que seguían adorando a los viejos dioses de la vegetación y el agua. Esta oposición dio origen a una religión donde convivían en igualdad ambas tradiciones. La presencia de dos capillas gemelas en el Templo Mayor de Tenochtitlán, dedicada una a Tialoc, el dios acuático, y otra a Huitzilopochtli, la belicosa deidad de la cultura azteca, simbolizaba a la perfección el dualismo típico del pensamiento mexica. Las principales deidades del panteón eran Omelecuhtli y Omecíhuatl, dioses creadores, y sus cuatro hijos: Tezcatlipoca, dios de la Providencia; Huitzilopochtli, de la guerra: Quelzalcóatl, deidad del bien; y Xipe, patrono de la primavera y los cultivos. La misma importancia poseían Tlaloc y Chalchiuhtlicue, divinidades acuáticas; Mictlantecuhtli. señor de los Infiernos; y las distintas advocaciones de la gran diosa madre de los primen» agricultores (Coatlicue y Tlazolteotl).
El dualismo se extendía también al mundo de los muertos. Los guerreros muertos en combate o en la piedra de los sacrificios iban al Paraíso Solar; los que perecían ahogados o por causas relacionadas con el dios de las aguas marchaban al Paraíso de Tlaloc, un jardín lleno de flores, riachuelos y frutas variadas. El resto de los mortales se encaminaba al Mictlan (Lugar de los difuntos), donde se llevaba una existencia similar a la anterior. Los sacrificios humanos, punto culminante del complejo sistema ceremonial mexica. reproducían también la dualidad, ya que las técnicas empleadas en algunos de ellos (decapitación, flechamiento, inmersión en agua o desollamiento) tenían un claro simbolismo agrario. Sin embargo, todos finalizaban de la misma manera, que el sacrificio realizado en honor de Tonatiuh, la deidad solar: los sacerdotes abrían el pecho del cautivo con una gran navaja de piedra, sacaban el corazón y lo ofrecían al Sol. La complejidad de la vida religiosa de la cultura azteca exigía un sacerdocio numeroso y bien organizado. A la cabeza se encontraban dos sumos sacerdotes, iguales en poder y prestigio, representantes respectivos de Tlaloc y Huitzilopochtli. Les seguía en categoría el Mexicatl teohuatzin (Sacerdote mexicano), encargado de las ceremonias, y sus subordinados directos. El resto del clero se agrupaba en órdenes religiosas divididas en cuatro grupos de edad: novicios, jóvenes, maduros y ancianos.
Ciencias y artes
Las creaciones intelectuales de la cultura azteca seguían la línea trazada por la cultura maya.
El calendario
El calendario, herencia de los antiguos habitantes del Altiplano, constaba de dos ciclos: el tonalpohualli (Cuenta de los días) o año ritual de 260 días, y el xihuitl, o año solar de 365. El primero estaba formado por la unión de una serie de números, del 1 al 13, con otra de 20 signos. Ambas ruedas se combinaban de tal manera que una composición determinada no se repetía hasta que transcurrían 260 jornadas (13×20). El xihuitl tenía 18 meses de 20 días cada uno. Lo que sumaba 360. A esta cantidad se añadía 5 días llamados nemontemi, que se consideraban nefastos. La unión de ambos sistemas permitía numerar los años solares. Las fechas, establecidas según la técnica del tonalpohualli se repetían pasados 52 años. Este período equivalía a nuestro siglo y su final provocaba una gran inquietud, pues la cultura azteca pensaban que la desaparición del mundo sucedería al final de un ciclo de 52 años.
La Escritura
La escritura mexica no alcanzó la madurez de la maya. Los conceptos y objetos se representaban mediante dibujos más o menos realistas, aunque también existían algunos glifos de tipo ideográfico y otros fonéticos para transcribir numerosas sílabas y los sonidos a, e y o. Gracias a estos símbolos, reproducidos en largas tiras de papel de fibra de maguey ó piel de venado plegadas como un biombo, la cultura azteca podía llevar las cuentas de los tributos, recordar los acontecimientos pasados y predecir el futuro. La ausencia de una escritura formal no fue ningún obstáculo para los poetas de la cultura azteca, que compusieron centenares de bellas composiciones de todos los géneros, desde el épico yaocuicatl (canto de guerra) hasta el lírico xochicuicatl (canción de la flor), pasando por el icnocuicatl, un poema de corte dramático y honda profundidad filosófica. La prosa méxica ofrece un interés literario menor, salvo la retórica, arte en el que la cultura azteca fueron consumados maestros.
El Arte
Las artes presentaron un desarrollo extraordinario. Los mexicas destacaron en todas las manifestaciones artísticas, si bien fue la escultura en piedra —tanto de bulto redondo, como en relieve— el campo que más trabajaron. La escultura de la cultura azteca tiende al colosalismo y su estética, geométrica y naturalista, está pensada para causar una honda impresión en el espectador. También sobresalieron en las denominadas artes industriales: lapidaria, plumería y cerámica